Dicen que las mejores personas aparecen cuando más lo
necesitas. Y no se equivocan. Las
mejores cosas llegan de improvisto. Llegan y cuando llegan te das cuenta de que
esas personas a las que hacía ya tiempo que conocías se convierten en un apoyo
muy grande en tu vida, coges la costumbre de hablar con ellas, de llamarlas en
una tarde de Sábado, cuando estás encerrada en casa, sin saber muy bien qué
hacer. Allí están ellas. Diciendote que confíes, y a medida que pasan los días,
las horas hablando, las sonrisas y los abrazos se hacen cada vez más
importantes, más especiales y es cuando te das cuenta. Las quieres de verdad,
te han llegado muy adentro y apenas han pasado dos semanas… Esos detalles te
hacen ser más fuerte, te hacen ver las buenas cosas de la vida y que aún las
mejores cosas están por llegar. Y a las pruebas te remites. Allí están esas
personas, diciéndote que te quieren, que eres especial y te hacen sentir un
cosquilleo y una sonrisa se te escapa, una sonrisa que no quieres que se te
borre nunca.
Esas personas, son las mejores cosas que podrías esperar de
una mala racha. Son un regalo y no quieres que acabe nunca. Esperas no ser solo
un pasatiempo. Esperas que esa amistad que ahora crees que es muy pequeña, se
haga enorme, tan grande que no te quepa dentro.
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