domingo, 28 de octubre de 2012

Yo lo he hecho.


Todas las noches, solía pensar que les encontraría, y finalmente lo hice, en la calle oscura sin final. No tenemos nada que perder, entonces nos arriesgamos y tampoco tenemos nada que ganar, entonces nos echamos atrás y entonces no tenemos nada que deseemos más, excepto construir nuestras vidas, nuestras historias y hacer de todo ello una magnifica y enorme obra de arte. Una tan grande que sea imposible comprar.
La gente importante que se ha ido parando en mis 16 años de vida, me han enseñado que hay que aprender a vivir rápido, a morir joven y a ser salvaje y a divertirse. Todo ello en una sola noche.
Creo en todo aquello que solía ser, creo en la persona en la que quiero llegar a ser, creo en la libertad, creo en la libertad de mi pequeño mundo irreal y perfecto. Y creo en lo bueno que tienen las personas nuevas en tu vida, en que si estas en guerra contigo misma, sigue adelante, sigue conduciendo, no frenes. Solo déjate llevar.  
¿Quién eres tú? ¿Quién está leyendo esto? ¿Crees que me importa si crees que estoy totalmente loca? ¿Has creado una meta que conseguir? ¿Has creado una vida para ti mismo donde eres total y perfectamente libre para experimentar todo aquello que jamás podrás experimentar? Yo sí, lo he hecho, lo estoy haciendo. Y estoy jodidamente convencida de que es absolutamente fantástico. Y sí, sí, sí, estoy loca. Pero soy libre.


jueves, 25 de octubre de 2012

Wild, young and free.


Estuve encerrada en un invierno imaginario dentro de mi pequeña vida y la gente a la que conocí en aquel desgarrador frío fueron mi único verano. Por las noches, me despertaba soñando que saldría de mi prisión. Caía dormida con la imagen constante de mi misma riendo, bebiendo largos tragos de una botella de alcohol y bailando con toda esa gente. Tres días antes de decidirme a salir de la idiotez que recorría mi cuerpo, mis únicos y verdaderos momentos felices fueron ellos.
Era una pequeña escritora, no una famosa, que una vez soñó con convertirse en una brillante poetisa, pero que en una serie de eventos lamentables vio todo aquello convertirse en polvo, dividirse como un millón de pedazos de un espejo roto ante el cual solía mirarme cada mañana para darme ánimos. Las estrellas de la noche me llevaron a una locura que ni yo misma sé explicar, el cielo nocturno sobre el que dormía y soñaba y rezaba triste y lentamente me acunaba cada noche. Pero aquella locura no me importó tanto ya que sabía que se necesita conseguir todo lo que siempre quisiste y luego se necesita perderlo para saber que es la verdadera y fortuita libertad y gratitud.
Cuando la gente a la que conocí aquel año se enteró de mi desastrosa actitud y mi forma de vivir, me preguntaron por qué. Pero es inútil hablarle a personas que tienen la felicidad a diario, ellos no saben lo que es buscarla tan desesperadamente que tu cabeza entra en combate consigo misma hasta destrozarte tanto que cuando el resto se quiere dar cuenta no eres más que un cuerpo que camina sin pensamientos coherentes, sin sentimientos y completamente todo vacío.

Siempre fui una chica rara , mi madre me decía que tenía una visión muy rara de todo y que era más cambiante que cualquier camaleón. No tenía ninguna brújula que me indicase el camino, ni unos gustos permanentes a cerca de nada, simplemente me gustaba cambiar. Probar cosas nuevas. Era una persona indecisa y esa indecisión interior era tan grande y tan violenta que me recordaba al mar en invierno. Picado y salvaje. Y si os dijese que todo lo que pasó no fue mi intención, mentiría porque nací para ser la otra persona que ellos no querían encontrar en mí. Yo no era de nadie que era de todos, que no tenían nada. Lo quería todo con cada experiencia vivida y con una obsesión que me consumía cada minuto y segundo que pasaban, obsesión que me aterrorizaba hasta tal punto  que ni las palabras querían salir de mi boca. Todo había sido un sueño… O tal vez no.
S.

Sonrisas al viento.


<<Gracias…>> La chica pensó aquello mientras él la abrazaba y la acariciaba la cabeza con dulzura. Ella se apoyo en su pecho y lloró en silencio. Quién sabe si por felicidad o por tristeza, nadie lo sabe, yo no lo sé, pero sé que ella le quería. Eran amigos, solo eso, pero después de todo lo que había pasado, muchos creían que aquello no podía ser solo amistad. Él no era ese tipo de chicos románticos, que dejaban que los demás viesen sus verdaderos sentimientos, no, era de esos que se lo guardan todo dentro, que gastan bromas y se hacen los graciosos para que el resto le tome por simplemente el simpático del grupo, pero en realidad, era así con quien le importaba más bien poco, pero con ella no, con ella era la persona más cariñosa y amable del mundo y ella se sentía afortunada por poder disfrutar de él de aquella forma.

Las cosas habían cambiado, pero se seguían queriendo como el primer día. Los años habían pasado, sus amigos de instituto habían tomado caminos muy separados y lejanos, y aunque ellos dos estudiasen cosas diferentes, seguían hablando a todas horas y se seguían viendo, como si el tiempo para ellos no hubiese pasado. Muchas veces piensan en sus amigos y en su pasado y la tristeza los invade, pero por lo menos se siguen teniendo el uno al otro.

-¿Qué crees que habrá sido de ella?- La chica se separó de él y lo miró a los ojos, algo apenada.
-No lo sé. Quizá ella tampoco se haya olvidado de nosotros…- Él la acarició la mejilla y recorrió los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando ella sonreía.
-Tal vez tengas razón. ¿Crees que pensará en nosotros?-
Él la dio un leve beso en la mejilla y se puso a caminar delante de ella. Ella le siguió y aún con su vieja amiga en mente, dejó escapar una sonrisa al viento.


Lo cierto es, que la chica de la que hablaron aquel 25 de Octubre, pensaba en ellos cada día, y lo que ellos no sabían era lo cerca que ella estaba de ellos. Escribiendo la historia de su vida, la vida de sus vidas, el final de sus finales. 

domingo, 14 de octubre de 2012

Sino. Sí y no.


Me desperté en un sueño. En él, estaba en una estación de tren oscura, con mucha gente a mí alrededor, despidiéndose de sus seres queridos algunos, otros bajando de los trenes y llorando de felicidad al ver a las personas que estaban esperándolos, y otros simplemente bajaban del tren con poco equipaje y volvían como se habían ido. Solos. En cambio, en mi andén estábamos unas seis o siete personas, esperando un tren que nos llevaría a ninguna parte. Un niño pequeño tiraba del abrigo gris de su madre, un bebé reía las caras que su padre le ponía, una señora se fumaba un cigarrillo y sonreía amargamente mientras se aferraba a una medalla, de estas que se abren y en su interior guardan una foto, que colgaba de su arrugado cuello, y una pareja joven se besaba e intercambiaba sonrisas, mientras consultaba de vez en cuando el reloj de la estación. Yo, miraba a mí alrededor y me acurrucaba más en mi abrigo, subiendo el volumen de la música que sonaba en mis cascos.
En ese tiempo que esperé al tren en aquella estación de tren, me di cuenta de que el tren que yo esperaba me llevaría a ver a esa persona culpable de mis constantes escalofríos, de mis constantes sonrisas, de mis constantes sentimientos creciendo y creciendo en gigantesca espiral por todo mi cuerpo.
Entonces lo entendí, aquel tren, nos llevaría a todos a donde quisiésemos estar.
Y me pregunté, si realmente quería ver a esa persona, me pregunté si tenía miedo de lo que pudiese sentir, me pregunté si estaba segura de querer ver esa sonrisa que me daría la respuesta. Y me respondí a todo que sí. Si que quería ver a esa persona, si que tenía miedo de lo que pudiese haber estado creciendo en mi todo aquel tiempo, y si, estaba segura de querer ver la respuesta.

Me subí al tren y me acurruqué en un asiento al lado de una ventana, cerré los ojos y desperté justo cuando mi móvil vibraba en mi mano, señalándome, que mi parada era la siguiente.

Con el corazón en un puño y toda mi cabeza dando vueltas, esperé a que las puertas se abriesen, bajé del tren y me acerqué caminando hasta la respuesta.