domingo, 3 de febrero de 2013

Tocable, intocable. Si, no. Bueno, malo.


Hoy he visto Intocable. Y me ha recordado una vieja historia, que llevo queriendo escribir hace tiempo. Allá va.
Desde que iba al colegio, me encontraba cada día a una mujer alta, bien vestida, morena, no muy mayor, detrás de una silla de ruedas, en la que iba montado un hombre, trajeado, con una carpeta de estás que llevan los abogados, sobre las rodillas, y al lado de la mujer una niña y un niño, con la mochila, hablando con sus padres. ¿Y que por qué sé que están casados? Bien, pues porque, la mujer, llevaba un anillo y el hombre otro y siempre intercambiaban un beso en los labios cuando él se metía en el Banco de la Plaza España. Cada día que pasaba, les veía, unos días sonrientes, otros no tanto, pero ella estaba enamorada de él, locamente, se lo notaba en la manera de cerrar los ojos con fuerza al besar a su marido, de esa manera que hace que prácticamente se quiera parar el tiempo. Siempre me gustaba imaginar sus vidas. Y aún lo sigo haciendo, siempre le veo a él, empujando su silla de ruedas, encontrándose con su hijo o con su hija.
 Creo que él sabe que le observo, porque siempre me sonríe. Y me hace feliz, ver que las mejores historias, las mejores vidas se encuentran así de repente. 
Más que una historia es una anécdota, un pensamiento, nunca había hablando de estas personas a nadie, pero verles como que me transmite buen humor, me hace sonreír al verles, entre la gente, sonreír, reírse, hablando, corriendo huyendo de la lluvia, no sé, son buena gente, llamadme loca tanto por observar a gente desconocida desde hace años como por imaginarme sus vidas. Pero me gusta y creo que él lo sabe y por eso me sonríe. No sé, nadie lo sabe, supongo que un día me atreveré a decirle algo, aunque un día lo hice, bueno más bien lo hizo él, me dijo hola y me sonrió, se rió y cuando se puso el semáforo en verde, me pidió que no cambiase. Desde luego, es una de las cosas más raras que me han sucedido jamás y aunque hizo que me quedase quieta, mojándome bajo la lluvia de primavera, me hizo tremendamente feliz. 
Y no sé por qué, pero tengo cariño a ese tipo.