los árboles, los bancos, las farolas, el cielo y todo lo demás,
fueron testigos de nuestros encuentros.
Y ahora, soy testigo de toda esa mentira, mi amor.
Pensé que te perderías y arderías con el fuego del atardecer que tanto he reclamado a base de besos que te robé esos últimos meses en los que te tuve.
Pero en el césped ya no crece nada y mis zapatos se han llenado de barro.
Ha llovido demasiado, demasiado
y la tierra mojada ha sepultado todos
los recuerdos que hablaban de nosotras.
El suelo, las baldosas, que pisamos
se han roto y ya no noto los temblores que producía tu sonrisa cuando me miraba a escondidas y hacía que mi corazón estallara en un terremoto.
Y nuestros sueños más salvajes seguían llenos de fuego
y los he vuelto a escribir.
Entonces me precipité por la barandilla del puente que tantas veces cruzamos juntas e hice un ranking de todos los besos que nos dimos escondidas. Espero que recuerdes el primero... Al menos ese beso, catastrófico y a la vez inolvidable.
Por último he vuelto a aquella conversación donde te despediste para siempre aunque sigo con la esperanza de volver a hablarte, para ver cómo estás. Sigo preocupándome por ti.
Y nadie ha vuelto a mi portal a abrazarme y a besarme. La puerta permanece cerrada y eres la única que tiene la llave. Ojalá algún día vuelvas a abrirla. Estaré esperando.
Me gustaría que llegara el día en el que poder decir que ya no te guardo rencor y que tú a mí tampoco. El día en el que has decidido perdonarme como yo te perdoné a ti.
Y llegará ese día en el que deje de despertarme con el sueño de esa noche aún fresco en mi memoria, un sueño que hablaba de ti y de mí.
Que llegue ya el día en el que como la puerta de mi portal, mis heridas permanezcan cerradas.