viernes, 26 de abril de 2013

Estamos en la parra y de ahí no nos vamos a bajar nunca.

A lo largo de estos meses, me he dado cuenta de lo importante que unas simples compañeras de clase pueden hacerse para mi. Al principio eran mis compañeras, sí, con las que intercambiar chorradas y risas durante las seis horas de encierro en el instituto, pero ahora son mis amigas, unas amigas muy especiales a las cuales voy a echar de menos todos los días de los cursos siguientes, cuando me gire y no vea a Maria en la otra punta de la clase, sonriéndome o cuando me de la vuelta y no vea a Laura flipar con las historias de su compañera de pupitre, o cuando mire hacia delante y vea a Tania guardar su estuche por miedo a que Juan, el delegado, le pida más bolis y se los quede, o cuando vea a Noemí y Lola discutir con cualquier profesor porque no las deja ponerse juntas, o cuando me de cuenta de que no tengo a Paula como compañera de pupitre. No sé como serán mis compañeros de el año que viene, ni del siguiente, ni del siguiente, pero seguro que no son ni la mitad de buenas personas que lo son ellas.
En unos meses todo ha cambiado, han pasado de ser compañeras a ser amigas, con las que reir, llorar, enfadarme...Y es que se que sin ellas, nada va a ser lo mismo y aunque me quede el consuelo de que tenemos mil fotos y videos para recordar esas horas, esas clases, esas quedadas, esa locura que tanto nos ha llegado a unir, sé que nada superará este año, este curso, que se ha quedado totalmente con un hueco enorme de mi corazón.
Y es que si me paro a pensarlo, todo empezó en una de las primeras clases de Educación Física, cuando no sé a cuento de qué nos pusimos a hablar. Me acuerdo que yo las primeras semanas estaba hecha polvo, porque no conocía a casi nadie y con la única con la que me llevaba era con Maria, pero la primera persona con la que hablé, antes de aquello en Educación Física, fue con Lola, en un cambio de clase y hablando, hablando fuimos creando una solida relación y así hasta hoy. 
Que sin quererlo, tengo una pequeña historia con cada una de ellas, solo que no me acuerdo porque fueron tan de repente y sucedieron de una manera tan natural que apenas recuerdo los motivos de cada una de aquellas conversaciones.

Y aquí están, haciéndome reír hasta llorar, animándome, cuando claramente estoy preocupada o triste, de una manera que ni ellas mismas se dan cuenta. Sin ellas nada hubiese sido igual, de eso estoy segura.
Sé que muchos pensarán que es ridículo considerar amigas a compañeras de clase en tan poco tiempo, porque sé que piensan que no sé el verdadero significado de la amistad, que piensan que lo único que me interesaba era no estar sola en clase y hacerme un grupo y ya está y que todo acaba aquí, pero es que, realmente los que no saben nada de eso, son ellos, porque no saben la de cosas que hemos podido llegar a vivir en un curso, no saben la gran confianza que hemos cogido las unas con las otras, no saben que esto no va a acabar aquí, porque sé que ninguna de nosotras vamos a olvidar todas esas cosas, todos esos abrazos, todo ese ánimo que nos hemos dado cuando lo hemos necesitado, todas esas carcajadas que me han llegado a sacar en los peores momentos, todas esas conversaciones y todas esas pequeñas cosas que han sido especiales.
No creo que nadie llegue a entender que ellas me han salvado y me han ayudado como las que más en estos meses. 
Que las quiero muchísimo y que son gente que realmente merece la pena conocer, porque están subidas a lo más alto de la parra conmigo y sé que de ahí no se van a bajar nunca.


domingo, 7 de abril de 2013

Drama y solución.

No sé pero, cada vez que te vas me hago tan pequeña y tan frágil, que me da miedo romperme en mil pedazos y que nadie pueda recoger los pedacitos y reconstruirme otra vez. 
Cada vez que te vas, cada vez que sufrimos así, me pregunto si realmente merece la pena seguir con este juego en el que ni tú, ni yo, ni nadie, gana nada, solo malos ratos. A veces me dan ganas de tirar la toalla y dejar de intentar arreglar las cosas cuando todo va mal. Me dan ganas de esperar a ver si llamas, a ver si esta vez no tengo que llamarte yo. Pero es que ¿sabes una cosa? A pesar de todos los "mándalo a la mierda", "deja de intentarlo, siempre estáis igual", yo sigo intentándolo  porque te sigo queriendo como el maldito primer día que nos pusimos a hablar. 
Que las cosas son distintas y aún así salimos a flote, porque nos echamos de menos y no te atrevas a negarlo, porque sabes que es verdad. Nada es como antes, a medida que ha pasado el tiempo, se ha ido deformando todo lo que antes teníamos y ahora es algo que se me hace más duro llevar, pero es que me importas tanto, que no quiero ni imaginarme como estaría sin ti. Por eso sigo aquí. 
Supongo que cuando las cosas se deforman y se hacen raras hay que intentar volver a hacerlas perfectas. Así que la conclusión que saco de todo esto, es que, no me tengo que rendir, nunca, y solo de pensarlo ya soy idiota. 
P.D: ¿lo adivinas?