domingo, 23 de junio de 2013

5 días a la semana, 6 horas con ellos.

Ha llegado el día. El día en el que me despierto y me doy cuenta de que todo, absolutamente todo, ha acabado, hoy, pongo un punto a la historia, porque se que ha acabado y aunque duela, es la verdad. 

 Han pasado 9 meses desde que conocí a 30 personas que al principio me parecían raras, frikis, antipáticas y estúpidas, pero que al final han resultado ser todo lo contrario, personas que se han ganado poco a poco un gran hueco en mi corazoncito. Poco a poco me he ido dando cuenta de todos los defectos y de todas las virtudes de cada una de esas personas,porque todos tienen su lado toca pelotas pero al mismo tiempo saben como sacarte una carcajada auténtica en el peor momento del día. Que sí, que han llegado a ser muy pesados algunos y han conseguido sacarme de mis casillas más de una vez, pero que queréis que os diga, esas cosas han hecho que el curso se haga más ameno, con sus gilipolleces, sus paridas, sus Facts, sus abrazos, sus sonrisas, todo lo que cada uno de ellos representa han marcado. Llevo 6 años en el instituto y nunca había tenido una clase como esta, donde todos nos hemos llevado genial, donde todos nos hemos apoyado y ayudado, donde todos hemos convivido como una familia durante 9 meses, con nuestros pros y contras, como en todas las familias, pero cuando digo que han sido los mejores compañeros que he tenido en estos 6 años, no miento, lo prometo. Y ahora, después de todo lo que me costó superar que repetía, después de todo lo que me costó hacerme un hueco en esta clase, se acaba justo cuando empieza lo mejor y eso, queráis que no, duele, porque solo de pensar que el curso que viene voy a tener compañeros diferentes, gente distinta, que me va a costar volver a construir eso que me ha hecho tan feliz, me hunde, porque yo les quiero a ellos, porque ellos son los mejores y les necesito. 


 No tengo mucho más que añadir, porque todo lo saben ellos y no hace falta que lo repita. Os quiero, mucho, a todos, sois absolutamente increibles. Gracias por haberme dejado conoceros y por haberme hecho feliz. Nos veremos pronto, lo prometo. 
4ºD.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Te echaré de menos se queda corto.

Han pasado ocho meses. Ocho meses desde que hablé por primera vez a la tutora, corrigiéndola  diciéndola que nos había colocado mal, que me tenía que sentar a su lado, cruzando los dedos para que me pusiese a su lado, deseosa por conocer a aquella persona que tanto me había llamado la atención desde el primer día de clase. Y lo conseguí, la conocí y poco a poco muy poco a poco, me fui ganando su confianza y ella la mía, lo que en un principio fue solo puro compañerismo y simpatía se ha convertido en amistad, duradera, algo, alguien, que me hace muy feliz todos los días y que cuando falta, la echo tanto de menos, que hasta me pongo triste, porque aunque no lo parezca me complementa a diario, tenemos más cosas en común de las que ni ella misma se imagina y a pesar de todas las veces que me saca de quicio, que me amarga, no sé que haría sin ella, sin esa sonrisilla, sin esas carcajadas, sin esos abrazos, que aunque la cueste, me acaba dando y es que lo cierto es que la tengo demasiado cariño y me da miedo que todo esto se acabe aquí, porque no quiero que se vaya a ninguna parte, quiero que se quede, quiero seguir siendo su compañera de pupitre.

Las mejores cosas llegan totalmente de improvisto o eso dicen y no se equivocan, en unos meses se ha convertido en alguien con quien hablar horas y horas, hasta las tantas de la mañana, con la que llorar cuando estoy mal, con la que desahogarme y es que no se explicarlo, y os sonará absurdo, pero cuando digo que he encontrado a una autentica amiga en nunca compañera de mesa, lo digo totalmente en serio, nadie se imagina todas las tonterías que hemos podido llegar a decir en estos ocho meses, nadie sabe las historias que nos hemos contado, ni los buenos momentos que hemos vivido, que aunque al principio creyese que era una dura, una insensible, he descubierto que tiene su corazoncito escondido y creo que cuando digo que la voy a echar de menos, me quedo corta, porque me va a ser muy duro volver a empezar porque no creo que conozca a ninguna compañera mejor.
Es una verdadera amiga y la quiero como quiero a pocas personas, es muy importante y solo quiero que sepa eso, lo muchisimo que la quiero y lo feliz que me hace con sus sonrisas, con sus paranollas, con sus tonterias, con sus vaciladas, con todo lo que ella misma representa.

Espero que esto no termine aquí, porque me haces mucha falta.
Y ya sabes que siempre tengo a mano un paraguas que compartir contigo para que nada de lo que nos digan o hagan pueda salpicarnos.
Aquí, ahora, siempre a tu lado.

viernes, 26 de abril de 2013

Estamos en la parra y de ahí no nos vamos a bajar nunca.

A lo largo de estos meses, me he dado cuenta de lo importante que unas simples compañeras de clase pueden hacerse para mi. Al principio eran mis compañeras, sí, con las que intercambiar chorradas y risas durante las seis horas de encierro en el instituto, pero ahora son mis amigas, unas amigas muy especiales a las cuales voy a echar de menos todos los días de los cursos siguientes, cuando me gire y no vea a Maria en la otra punta de la clase, sonriéndome o cuando me de la vuelta y no vea a Laura flipar con las historias de su compañera de pupitre, o cuando mire hacia delante y vea a Tania guardar su estuche por miedo a que Juan, el delegado, le pida más bolis y se los quede, o cuando vea a Noemí y Lola discutir con cualquier profesor porque no las deja ponerse juntas, o cuando me de cuenta de que no tengo a Paula como compañera de pupitre. No sé como serán mis compañeros de el año que viene, ni del siguiente, ni del siguiente, pero seguro que no son ni la mitad de buenas personas que lo son ellas.
En unos meses todo ha cambiado, han pasado de ser compañeras a ser amigas, con las que reir, llorar, enfadarme...Y es que se que sin ellas, nada va a ser lo mismo y aunque me quede el consuelo de que tenemos mil fotos y videos para recordar esas horas, esas clases, esas quedadas, esa locura que tanto nos ha llegado a unir, sé que nada superará este año, este curso, que se ha quedado totalmente con un hueco enorme de mi corazón.
Y es que si me paro a pensarlo, todo empezó en una de las primeras clases de Educación Física, cuando no sé a cuento de qué nos pusimos a hablar. Me acuerdo que yo las primeras semanas estaba hecha polvo, porque no conocía a casi nadie y con la única con la que me llevaba era con Maria, pero la primera persona con la que hablé, antes de aquello en Educación Física, fue con Lola, en un cambio de clase y hablando, hablando fuimos creando una solida relación y así hasta hoy. 
Que sin quererlo, tengo una pequeña historia con cada una de ellas, solo que no me acuerdo porque fueron tan de repente y sucedieron de una manera tan natural que apenas recuerdo los motivos de cada una de aquellas conversaciones.

Y aquí están, haciéndome reír hasta llorar, animándome, cuando claramente estoy preocupada o triste, de una manera que ni ellas mismas se dan cuenta. Sin ellas nada hubiese sido igual, de eso estoy segura.
Sé que muchos pensarán que es ridículo considerar amigas a compañeras de clase en tan poco tiempo, porque sé que piensan que no sé el verdadero significado de la amistad, que piensan que lo único que me interesaba era no estar sola en clase y hacerme un grupo y ya está y que todo acaba aquí, pero es que, realmente los que no saben nada de eso, son ellos, porque no saben la de cosas que hemos podido llegar a vivir en un curso, no saben la gran confianza que hemos cogido las unas con las otras, no saben que esto no va a acabar aquí, porque sé que ninguna de nosotras vamos a olvidar todas esas cosas, todos esos abrazos, todo ese ánimo que nos hemos dado cuando lo hemos necesitado, todas esas carcajadas que me han llegado a sacar en los peores momentos, todas esas conversaciones y todas esas pequeñas cosas que han sido especiales.
No creo que nadie llegue a entender que ellas me han salvado y me han ayudado como las que más en estos meses. 
Que las quiero muchísimo y que son gente que realmente merece la pena conocer, porque están subidas a lo más alto de la parra conmigo y sé que de ahí no se van a bajar nunca.


domingo, 7 de abril de 2013

Drama y solución.

No sé pero, cada vez que te vas me hago tan pequeña y tan frágil, que me da miedo romperme en mil pedazos y que nadie pueda recoger los pedacitos y reconstruirme otra vez. 
Cada vez que te vas, cada vez que sufrimos así, me pregunto si realmente merece la pena seguir con este juego en el que ni tú, ni yo, ni nadie, gana nada, solo malos ratos. A veces me dan ganas de tirar la toalla y dejar de intentar arreglar las cosas cuando todo va mal. Me dan ganas de esperar a ver si llamas, a ver si esta vez no tengo que llamarte yo. Pero es que ¿sabes una cosa? A pesar de todos los "mándalo a la mierda", "deja de intentarlo, siempre estáis igual", yo sigo intentándolo  porque te sigo queriendo como el maldito primer día que nos pusimos a hablar. 
Que las cosas son distintas y aún así salimos a flote, porque nos echamos de menos y no te atrevas a negarlo, porque sabes que es verdad. Nada es como antes, a medida que ha pasado el tiempo, se ha ido deformando todo lo que antes teníamos y ahora es algo que se me hace más duro llevar, pero es que me importas tanto, que no quiero ni imaginarme como estaría sin ti. Por eso sigo aquí. 
Supongo que cuando las cosas se deforman y se hacen raras hay que intentar volver a hacerlas perfectas. Así que la conclusión que saco de todo esto, es que, no me tengo que rendir, nunca, y solo de pensarlo ya soy idiota. 
P.D: ¿lo adivinas?

sábado, 23 de marzo de 2013

Brown. Green.

Era miércoles 5 de Diciembre, las 17:55 y solo quedaban cinco minutos para que la persona de ojos verdes llamase a su casa. La persona de los ojos color caramelo estaba de arriba para abajo, un saco de nervios en toda regla, deseando que llegase ya. Pasaron los minutos y los segundos y a las 18:02 llamó.
-¡Hola!-Abrió la puerta de su casa y dando un breve abrazo, invitó a pasar a su acompañante.
-¿Cómo estás?-La sonrisa que se dibujó en su cara alcanzó sus ojos verdes, haciéndolo todo más sincero.
-Muy bine, muy bien, tenía ganas de que llegases.-
-Aquí me tienes.-Otra sonrisa.
-Ven, vamos al salón.-Llegaron al salón y se sentaron en uno de los sofás, con el ruido de la tele de fondo.
-¿Quieres tomar algo?-Dijo levantándose y estirándose la camiseta.-¿Una Fanta o algo?
-Sí, una Fanta es perfecto.-Otra sonrisa más.
Fue a la cocina y empezó a decir tonterías para que se riese y consiguiéndolo, también se rió, acompañando su risa.
-Aquí tienes.-Se la tendió con una sonrisa amable dibujada en el rostro.
-Gracias. Bueno, ¿que película es la que dices que íbamos a ver?
-Ah sí, cierto, la película, casi se me olvida. Pues no sé, la de P.D: te quiero,¿no?
-Sí.
Encendió el DVD y le dio al Play, apagó la luz y se acomodó a su lado.
La película transcurrió normal, con alguna risa y mirada de reojo por ambas partes hasta que la persona de los ojos color caramelo se decidió y posó sus ojos sobre los suyos verdes, como pidiendo permiso. Y sin esperar, se inclinó poco a poco y rozó sus labios, los juntó y permaneció así, hasta que su boca se entreabrió y permitió seguir su camino a su lengua. Se fundieron y se besaron, lentamente, como con vergüenza hasta que la persona invitada, se apartó algo bruscamente.
-Lo siento... Yo, no creo que pueda hacer esto.-
-Vale. Lo siento, perdóname.-Se levantó y nerviosamente se pasó una mano por el pelo. Paró la película y resopló amargamente.
-Será mejor que me marche.
-No, bueno, yo...-
-No digas nada. Me voy. Perdóname tú a mí.
Observó como se ponía el abrigo y acompañando a esa persona a la que tanto quería, no tuvo más remedio que abrir la puerta y dejar que se marchase.
-Espero que podamos al menos ser amigos, como hasta ahora. Yo no quería que me malinterpretases.-La persona de los ojos verdes, acarició la mejilla y posó sus labios en ella, recogiendo con ellos una lágrima que descendía directamente de sus ojos color caramelo.
-No te preocupes.-Se secó otra lágrima que caía y observó como se marchaba de su casa.


La persona de los ojos color caramelo empezó a ver a la persona de los ojos verdes con menos frecuencia, fueron perdiendo relación hasta que se convirtió en un recuerdo doloroso y amargo. Ahora esas personas a penas se acuerdan y aunque la persona de los ojos color caramelo, sigue queriendo y echando de menos a la persona de los ojos verdes, continúa su camino, llorando su recuerdo e intentando recordar su voz.
No todas las historias acaban bien.

"Espero que al leer esto, te acuerdes de aquellos días y me recuerdes. Recuerdes cuanto te quería y cuanto te sigo queriendo. Espero que sepas comprender que yo nunca quise hacerte daño. Espero que  comprendas y espero que me dejes volver a verte. Han pasado muchos años y yo aún no te he olvidado. Ven a verme cuando quieras al portal donde te dejé aquel día, iré cada día a partir de hoy a las siete de la tarde. Esperaré una hora y así hasta el día de mi muerte. 
P.D: ¿lo adivinas?"
Esto fue lo que la persona de los ojos color caramelo hizo llegar a la otra persona y nadie sabe lo que pasó. Nadie sabe si se reencontraron o no. Pero eso, es otra historia que ya os contaré.

martes, 19 de marzo de 2013

Green. Brown.


Era miércoles 5 de diciembre y dos personas jóvenes salían del instituto por la puerta de atrás ya que una de esas personas iba a acompañar a la otra a sus clases particulares que tenía a esa hora todos los miércoles.
-¿Qué tal ha ido la mañana?-La persona que tenía el pelo castaño rompió el hielo ya que nadie decía nada.
-Bien, bien, ¿y la tuya?
-También bien.
Cuando se pararon en el portal de la academia miraron la hora y dándose cuenta de que aún era pronto, decidieron quedarse otro poco más.
-¿A qué hora vendrás?-La primera persona volvió a hablar con su voz ronca.
-A la que quieras, es tu casa.
-A mi me da igual, cuando te venga a ti bien.
-¿Sobre las 6?-Los ojos verdes de la segunda persona se clavaron en los color caramelo de su acompañante como buscando una respuesta a una pregunta no formulada.
-Perfecto…-Fue tan solo un susurro. Era un saco de nervios y no podía intentar disimularlo. Apartó el contacto visual y dirigió la mirada al suelo, tratando de ocultar ese rubor que no dejaba de aparecer sobre sus mejillas cada vez que estaba con esa persona de ojos verdes.
-Vale.
-Toma.- Sacando la mano del bolsillo de su cazadora, entregó un chupachups con la mano algo temblorosa a la mano sorprendida de los ojos verdes.-Sé que te gusta.-Sonrió tímidamente.
La otra persona no respondió más que con una sonrisa. Le desenvolvió y se lo metió en la boca disfrutando de su sabor a fresa.
-Bueno, creo que me voy.
-Vaya, vale, ¿nos vemos luego?
-Lo estoy deseando.-De nuevo, se sonrojó y tuvo que volver a mirar al suelo.
-Toma, para el camino.-Se sacó el chupachups de la boca, esa boca que deseaba tanto besar.
-No, lo he traído para ti. Quédatelo.
-¿Te da asco?
-No.
-Pues toma.
-Pero…
-¿No te atreves?-Alzó una ceja, desafiante.
-Sí que me atrevo.-Cogió el chupachups y sin apartar sus ojos color caramelo de los suyos verdes, se lo metió en la boca.
-Hasta luego.-Sonriendo triunfante, posó sus labios en la mejilla de la otra persona, se giró y llamó al telefonillo del portal.
-Sí, hasta luego…-Otro susurro, que guardaba millones de promesas, de esperanzas. Giró sobre sus talones y se marchó, saboreando el chupachups que hacía unos minutos había rozado esa boca que jamás sus labios rozarían. 




sábado, 2 de marzo de 2013

Mis gritos envasados al vacío, reventaron al fin.


Una semana, desde que mi estado de ánimo cambió, desde que todo para mí dejó de tener sentido. Desde que dejé de creer en las cosas, desde que me convertí en solo un cuerpo que camina y sigue una rutina diaria, casi asfixiante. Vivo en un mundo rodeado de personas egoístas que solo piensan en sus problemas y en su estrés y no se paran a observar las ojeras de no dormir, la cara pálida y la sonrisa entristecida de un amigo, que se preocupa más por los problemas de esa persona egoísta que de su aspecto moribundo. Y me doy cuenta que quienes realmente se preocupan son los que te conocen muy poco, cosa que te jode, porque aunque siente bien ver que alguien se preocupa por ti, no es quien realmente quieres que lo haga.

A veces pienso que soy demasiado buena persona, callándomelo todo y guardándome toda la mierda, por pequeña que sea, dentro y desahogándome con alguien a base de indirectas, porque si no, no sale de ninguno de ellos preguntar y pararse a observarme.
La rutina me absorbe hasta el punto de ahogarme totalmente en mi puta vida triste y llena de mierda, de la que intento huir, centrándome en los problemas de los demás y riéndome de lo absurdo que es hacer eso. Simplemente ya lo hago por inercia. Ya no tengo remedio. No espero creer ni en el amor, ni en la suerte, ni en Dios, ni en nada, todo lo voy a hacer por hacer algo y cuando llegue algo o alguien que me saque de ese círculo vicioso y me haga creer en las cosas, pararé y me empezaré a cuidar, tanto física como mentalmente.

Puede que en ocasiones sea incoherente, pero me da igual.
No soy feliz y de momento me importa una mierda no serlo, todo a su tiempo, lo que tenga que llegar ya llegará, por el momento, no quiero nada. Estoy bien así, seguiré mi rutina asquerosa y ya está, todo estará bien y quien realmente se quiera preocupar por mí que no pierda el tiempo, porque realmente no me pasa nada.

domingo, 3 de febrero de 2013

Tocable, intocable. Si, no. Bueno, malo.


Hoy he visto Intocable. Y me ha recordado una vieja historia, que llevo queriendo escribir hace tiempo. Allá va.
Desde que iba al colegio, me encontraba cada día a una mujer alta, bien vestida, morena, no muy mayor, detrás de una silla de ruedas, en la que iba montado un hombre, trajeado, con una carpeta de estás que llevan los abogados, sobre las rodillas, y al lado de la mujer una niña y un niño, con la mochila, hablando con sus padres. ¿Y que por qué sé que están casados? Bien, pues porque, la mujer, llevaba un anillo y el hombre otro y siempre intercambiaban un beso en los labios cuando él se metía en el Banco de la Plaza España. Cada día que pasaba, les veía, unos días sonrientes, otros no tanto, pero ella estaba enamorada de él, locamente, se lo notaba en la manera de cerrar los ojos con fuerza al besar a su marido, de esa manera que hace que prácticamente se quiera parar el tiempo. Siempre me gustaba imaginar sus vidas. Y aún lo sigo haciendo, siempre le veo a él, empujando su silla de ruedas, encontrándose con su hijo o con su hija.
 Creo que él sabe que le observo, porque siempre me sonríe. Y me hace feliz, ver que las mejores historias, las mejores vidas se encuentran así de repente. 
Más que una historia es una anécdota, un pensamiento, nunca había hablando de estas personas a nadie, pero verles como que me transmite buen humor, me hace sonreír al verles, entre la gente, sonreír, reírse, hablando, corriendo huyendo de la lluvia, no sé, son buena gente, llamadme loca tanto por observar a gente desconocida desde hace años como por imaginarme sus vidas. Pero me gusta y creo que él lo sabe y por eso me sonríe. No sé, nadie lo sabe, supongo que un día me atreveré a decirle algo, aunque un día lo hice, bueno más bien lo hizo él, me dijo hola y me sonrió, se rió y cuando se puso el semáforo en verde, me pidió que no cambiase. Desde luego, es una de las cosas más raras que me han sucedido jamás y aunque hizo que me quedase quieta, mojándome bajo la lluvia de primavera, me hizo tremendamente feliz. 
Y no sé por qué, pero tengo cariño a ese tipo.