Era miércoles 5 de diciembre y dos personas jóvenes salían del
instituto por la puerta de atrás ya que una de esas personas iba a acompañar a
la otra a sus clases particulares que tenía a esa hora todos los miércoles.
-¿Qué tal ha ido la mañana?-La persona que tenía el pelo
castaño rompió el hielo ya que nadie decía nada.
-Bien, bien, ¿y la tuya?
-También bien.
Cuando se pararon en el portal de la academia miraron la
hora y dándose cuenta de que aún era pronto, decidieron quedarse otro poco más.
-¿A qué hora vendrás?-La primera persona volvió a hablar con
su voz ronca.
-A la que quieras, es tu casa.
-A mi me da igual, cuando te venga a ti bien.
-¿Sobre las 6?-Los ojos verdes de la segunda persona se
clavaron en los color caramelo de su acompañante como buscando una respuesta a
una pregunta no formulada.
-Perfecto…-Fue tan solo un susurro. Era un saco de nervios y
no podía intentar disimularlo. Apartó el contacto visual y dirigió la mirada al
suelo, tratando de ocultar ese rubor que no dejaba de aparecer sobre sus
mejillas cada vez que estaba con esa persona de ojos verdes.
-Vale.
-Toma.- Sacando la mano del bolsillo de su cazadora, entregó
un chupachups con la mano algo temblorosa a la mano sorprendida de los ojos
verdes.-Sé que te gusta.-Sonrió tímidamente.
La otra persona no respondió más que con una sonrisa. Le desenvolvió
y se lo metió en la boca disfrutando de su sabor a fresa.
-Bueno, creo que me voy.
-Vaya, vale, ¿nos vemos luego?
-Lo estoy deseando.-De nuevo, se sonrojó y tuvo que volver a
mirar al suelo.
-Toma, para el camino.-Se sacó el chupachups de la boca, esa
boca que deseaba tanto besar.
-No, lo he traído para ti. Quédatelo.
-¿Te da asco?
-No.
-Pues toma.
-Pero…
-¿No te atreves?-Alzó una ceja, desafiante.
-Sí que me atrevo.-Cogió el chupachups y sin apartar sus
ojos color caramelo de los suyos verdes, se lo metió en la boca.
-Hasta luego.-Sonriendo triunfante, posó sus labios en la
mejilla de la otra persona, se giró y llamó al telefonillo del portal.
-Sí, hasta luego…-Otro susurro, que guardaba millones de
promesas, de esperanzas. Giró sobre sus talones y se marchó, saboreando el
chupachups que hacía unos minutos había rozado esa boca que jamás sus labios rozarían.
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