viernes, 5 de junio de 2015

Yellow light

Yo no era quién era. No. Era alto y con los dedos anchos pero largos, moreno de piel y castaño. Pero, ¿dónde estaba? Parecía un callejón, sucio y oscuro, casi tanto como esa noche en la que había decidido salir.  Entonces me pareció escuchar un sollozo, un gemido de dolor, procedente de un montón de basura que rodeaba un contenedor que estaba lleno hasta el borde de porqueria. Me acerqué con precaución y me vi. Era yo. Era quien debía ser. Me asusté y me alejé de ese cuerpo vestido con una ropa casi tan sucia como el propio callejón casi sin prestar atención a la sangre que se escurría por su cara. Por mi cara. Me miré las manos y las tenía manchadas y despellejadas. ¿Había hecho yo aquello? Estaba confuso. Me mareé al pensarlo y me entraron ganas de vomitar, pero me contuve al escuchar unos pasos acercarse. Me giré y antes de darme cuenta estaba cayendo al suelo de un puñetazo. Mi agresor me había partido el labio en ese golpe. Y pronto vinieron más, por todas partes. Patadas. Puñetazos. Arañazos. Y una voz familiar que me gritaba que si ya había aprendido. Me continuó golpeando hasta que la sangre empezó a no dejar que respirase. Entonces paró. Pero no pude ver el rostro a esa persona que me había quitado el aliento de aquella brutal manera. 
Era una mujer. Sí. Una mujer, una chica, familiar. 

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