Estuve encerrada en un invierno imaginario dentro de mi
pequeña vida y la gente a la que conocí en aquel desgarrador frío fueron mi
único verano. Por las noches, me despertaba soñando que saldría de mi prisión.
Caía dormida con la imagen constante de mi misma riendo, bebiendo largos tragos
de una botella de alcohol y bailando con toda esa gente. Tres días antes de
decidirme a salir de la idiotez que recorría mi cuerpo, mis únicos y verdaderos
momentos felices fueron ellos.
Era una pequeña escritora, no una famosa, que una vez soñó
con convertirse en una brillante poetisa, pero que en una serie de eventos
lamentables vio todo aquello convertirse en polvo, dividirse como un millón de
pedazos de un espejo roto ante el cual solía mirarme cada mañana para darme
ánimos. Las estrellas de la noche me llevaron a una locura que ni yo misma sé
explicar, el cielo nocturno sobre el que dormía y soñaba y rezaba triste y
lentamente me acunaba cada noche. Pero aquella locura no me importó tanto ya
que sabía que se necesita conseguir todo lo que siempre quisiste y luego se
necesita perderlo para saber que es la verdadera y fortuita libertad y
gratitud.
Cuando la gente a la que conocí aquel año se enteró de mi
desastrosa actitud y mi forma de vivir, me preguntaron por qué. Pero es inútil
hablarle a personas que tienen la felicidad a diario, ellos no saben lo que es
buscarla tan desesperadamente que tu cabeza entra en combate consigo misma
hasta destrozarte tanto que cuando el resto se quiere dar cuenta no eres más
que un cuerpo que camina sin pensamientos coherentes, sin sentimientos y
completamente todo vacío.
Siempre fui una chica rara , mi madre me decía que tenía una
visión muy rara de todo y que era más cambiante que cualquier camaleón. No
tenía ninguna brújula que me indicase el camino, ni unos gustos permanentes a
cerca de nada, simplemente me gustaba cambiar. Probar cosas nuevas. Era una
persona indecisa y esa indecisión interior era tan grande y tan violenta que me
recordaba al mar en invierno. Picado y salvaje. Y si os dijese que todo lo que
pasó no fue mi intención, mentiría porque nací para ser la otra persona que
ellos no querían encontrar en mí. Yo no era de nadie que era de todos, que no
tenían nada. Lo quería todo con cada experiencia vivida y con una obsesión que
me consumía cada minuto y segundo que pasaban, obsesión que me aterrorizaba
hasta tal punto que ni las palabras querían
salir de mi boca. Todo había sido un sueño… O tal vez no.
S.
No hay comentarios:
Publicar un comentario