Y ahora, ¿dónde quedan todas aquellas bonitas palabras que lograban humedecerme los ojos de felicidad? Se han transformado en palabras que hacen daño y que humedecen mis ojos de tristeza al ver que te pierdo y no puedo hacer nada. Qué estupida fui al creer que superaríamos esta montaña que se interpondría entre nosotras. Y que estupida fui al pensar que de verdad estarías conmigo.
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