Dijimos que nunca bajaríamos, que estaríamos siempre en lo alto y que si alguien caía, bajaríamos y subiriamos de nuevo. Y parece que todas esas promesas y todas esas ganas de vernos y emborracharnos han desaparecido como una ola estrellándose contra un acantilado. Tan pronto viene, tan pronto se va. Derepente sucedió y a la nada pasó.
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