No entendí del todo aquello pero me dejé caer en el sofá y abrí una botella de Vodka negro. A palo seco. Y apuré tres largos tragos. Y apuré la nostalgia y me empezó a entrar el sueño.
Me quedé pillada mirando desde el sofá a la ventana con la música de fondo y la tristeza olvidada. O no tan olvidada. Y pensé en ti por más de cinco motivos. Entonces los enumeré. Levanté el pulgar y simulé que todo estaba bien. Pero entonces lo anulé todo y te intenté aparcar dentro de mi cabeza. Aunque seguíamos paseando dentro de ella agarradas de un dedo como idiotas.
Y vino la melancolía a hablarme de ti y el miedo a estar sola tampoco paró de hacerlo. Y recuerdo como me contabas mil historias y yo me limitaba a mirarte con esa cara de imbécil dejándote ver como me habías encantado con tu magia.
Y sólo entre el recuerdo de tus carcajadas, Septiembre acababa y tú te olvidabas de reír y yo no paraba de llorar.
Y el miedo seguía hablando de ti y el tiempo me seguía hablando de lo nuestro. Y yo seguía pasando las hojas de los días que pasaban sin poder hablarte mientras me cortaba los dedos y dejaba que mis lagrimas mojasen las heridas.
Y cayeron nuestras tardes al suelo y nuestros últimos minutos antes de que te fueras, se rompieron.
No supe adaptarme a ese miedo tuyo , ni a tus dudas.
Y me eché a dormir aunque cuando desperté la nostalgia siguió hablándome de ti. Y entre más alcohol y mas sangre y mas lagrimas, me recordé que si hay algo mas duro que tenerte cerca es que tenerte cerca y sentirte lejos es mil veces peor.
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