martes, 27 de enero de 2015

Lost.

Me he puesto a pensar en ese sentimiento que supongo que todos hemos sentido cuando nos rompen el corazón. Cuando después de querernos o de hacernos creer que nos quieren, deciden marcharse. Y es cuando tenemos que aprender a vivir sin esas otras dos manos que tantas veces te levantaron. A tener que vivir con el "tendría que haber hecho las cosas de otro modo" o ese "nos faltó algo". Un intento más. 
Pero supongo que todos hemos llorado por las noches y de banda sonora una canción triste. 
Todos hemos sentido esa ausencia y esa distancia creciente entre ambos. Odiando la pérdida. 
Pero dudo mucho que sepamos cuando dejar de tirar del carro, de tirar de nosotros mismos, de dejar de luchar. Cuando rendirnos. 
Todos tenemos miedo a todo esto. A que nos rompan en tantos pedazos que no sepamos reconstruirnos solos. 
Y todos lloramos. 
Y todos nos perdemos. 
Y todos nos ahogamos en ese mar de recuerdos. 
Y entonces, nos buscamos de nuevo pero deseando que no duela demasiado el reencuentro. Pero se nos olvida que que duela es curarse. De una perdida, de un monstruo que tememos que nos devore... Aunque al final si tenemos valor, sabremos como matarlo. 

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