domingo, 18 de enero de 2015

No cold

Como siempre, voy a escribir sobre algo inusual... Sobre el hielo.
Qué bonito sería ser un hielo. Un cubito de hielo. Y ser ese cubito de hielo que enfría la bebida de esa chica preciosa que se sienta en la piscina un día de verano, con una bebida bien fría a tomar el sol. O ser ese cubito de hielo que se cuela en la copa de un borracho triste y amargado que se toma una copa en un bar al salir del trabajo. O ese cubito de hielo que va directo a un paño y se posa sobre el ojo morado de un muchacho después de una fuerte pelea... 
Parece mentira que usemos los hielos para tantas cosas y que nadie (que yo sepa) haya escrito nunca sobre ellos. 
¿Y qué más? Ya se... También podría ser ese cubito de hielo del final de un refresco, con el que un niño juega a meterse y sacarse de la boca hasta que se ha derretido por completo y solo queda ese agüilla con sabor al cacho de naranja que llevaba ese refresco. 
Hielo. Te derrites y se acabo. Mueres. Vida corta pero sencilla. Qué curioso. 

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